'Lo mejorcito' del pueblo salvadoreño

Por José Manuel Ortiz Benítez

“Usted echa flores a su propia persona y a la organización a la que pertenece, sólo por haber estado media mañana de su vida cabildeando en el Congreso de Estados Unidos. Es indigno de usted” me reclama, con cierta indignación, un lector.

“El primer gran defecto es autodenominarse ‘lo mejorcito’ y digo autodenominarse porque usted José Manuel es miembro de esa organización de Salvadoreños y el calificativo usted se los está adjudicando” me echa en cara otro buen lector.

“Me parece que aca el articulista pecó de excesivo entusiasmo de primerizo, de alguien que era su primera vez y se creyó que descubrió la orilla azul de la vacinica, y terminó discriminando a todo compatriota que tal vez ha luchado más que él. Craso error de novato” dice el tercer buen lector y, a continuación, ordena, con firmeza,: “Hagan la parte de su trabajo bien y déjense de payasadas”.

Recibí hasta una llamada telefónica preguntándome “¿cómo es eso de lo mejorcito del pueblo salvadoreño en el exterior?”

Impresionante el nivel de picadillo al que uno puede ser sometido por escribir una simple columna de opinión.

Normalmente no acostumbro a responder a las críticas, sugerencias y observaciones de los lectores, porque hasta ahora, quizás, no había hecho falta o quizás porque crea que, en un hipotético debate entre escritor y lector, posiblemente el escritor tenga una posición de ventaja, lo que no significa que tenga la razón.

El polémico artículo, “Pateando los pasillos del Congreso de Estados Unidos”, parte de la opinión de que el Congreso de EE.UU. está infectado de “lobbyistas” de grandes empresas multinacionales y que los salvadoreños en la última frontera han hecho otro noble esfuerzo, más o menos en alianza, ante los congresistas de EE.UU. para favorecer la vida de los nuestros en ese país.

Por en medio, tiro al ruedo un simple diminutivo, “Lo mejorcito”, en forma de hipérbole y, a falta de una cita textual, que no pude confirmar, de un dirigente político salvadoreño elegido a cargo público en EE.UU., que no tiene nada que ver con la organización a la que pertenezco, termino la columna con una casual y emotiva cita directa de Francisco Rivera, presidente de Salvadoreños en el Mundo.

Buena parte de los lectores entendió que yo estaba ahí dentro de esa delegación de salvadoreños cabildeando en los pasillos del Congreso de EE.UU. y que el artículo margina y tira piedras a los demás porque adjudica todo o parte del protagonismo a la organización arriba mencionada.

Nada más lejos de la realidad, un fallo de cálculo en la exageración de la hipérbole tal vez –se supone que la gente capta estas exageraciones sesudas calculadas a conciencia por el autor– pero nunca un plumazo deliberado para adueñarse de ningún protagonismo de corte personalista, entre otras razones, porque no hubo un protagonismo de nadie en particular.

Aunque algunos se empeñen en ver un protagonismo de una organización o persona por una simple cita circunstancial al final de un simple artículo, el esfuerzo fue colectivo.

En cuanto a la novatada, el jueves 24 de septiembre, el día del cabildeo en el Capitolio de Estados Unidos, yo estuve pintando dos mesas de metal con una brocha gruesa de pelo de caballo, a más de 5,000 kilómetros del Capitolio .

La información, las imágenes y los videos me llegaron, como siempre, a través de cables, teletexto, agencias de noticias, de periodistas que estuvieron ahí y de los distintos organizadores que patrocinaban el evento.

No hay intención de tirar piedras a los demás o adueñarse del protagonismo. El texto del artículo está limpio, pero las interpretaciones son poco más que inevitables.

En cualquier caso, dejo registro de que las críticas, las observaciones y las sugerencias son bien recibidas y que mi contestación no es un ataque, ni una defensa, sino una simple aclaración.

Los personajes que forman parte de la categoría de “lo mejorcito” o “lo más grande” del pueblo salvadoreño, dentro o fuera de El Salvador, para nuestra desgracia, están todos muertos: Monseñor Oscar Arnulfo Romero, Roque Dalton, Hugo Lindo, Salvador Salazar Arrué, Rufina Amaya, Maria Cruz Hernández, Gerardo Barrios, Carmen Brannon Vega (Claudia Lars), Alberto Masferrer, Francisco Antonio Lara, Isidro Menéndez, José Matías Delgado, Francisco Morazán (hijo adoptado), María Feliciana de los Ángeles Miranda, Prudencia Ayala, Manuela Antonia Arce de Lara, Lilian Serpas, Juana de Dios Arriaga, Atlacatl (se ruega no confundir con el nombre de un batallón), Anastasio Aquino, Juan, Eugenia, Alberto, Claudia, Santos, Felicia, Marta, Rigoberto, Carmen, Rosario y una lista interminable de tantos salvadoreños anónimos y desconocidos que han pagado con su vida el compromiso con nuestra pequeña y sufrida patria salvadoreña.

Otros artículos de esta autor AQUÍ - Jose Manuel Ortiz Benitez es miembro de Salvadoreños en el Mundo

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