El coloso se tambalea en su propio sistema

Por José Manuel Ortiz Benitez*

No hace falta tener dinero para saber que el capitalismo tiene sus fallos, del mismo modo que no es imprescindible ser una gallina para darse cuenta de que un huevo está podrido.

Corregir los pésimos modales del llamado "capitalismo salvaje" va a costar una salvajada. Por si acaso y como queriéndose distanciar de las últimas barbaridades del libre mercado, nuestro Presidente Elías Antonio Saca se ha apresurado a soltar, desde el podio de Naciones Unidas, dos bellas palabras, que seguramente se pondrán pronto de moda en la campaña electoral: “capitalismo prudente”.

Que no se crea nadie que la crisis de Wall Street va a cambiar el orden financiero mundial: lo perpetuarán los supervivientes.

El dinero, según Fidel Castro, 'estiércol del Diablo', no es que forme parte de nuestras vidas, sino que es nuestra vida entera, al menos hasta que dejemos de existir y pasemos a la indiferencia, mientras llega el Gran Juicio, del que se espera ponga a cada cual en su lugar de una vez por todas de acuerdo a lo obrado en esta tierra maravillosa habitada, en su mayoría, por gente humilde y por unos pocos hábiles tiburones que se lo han devorado todo, dejando un pedazo de agujero negro en las finanzas y confianzas internacionales que tendrá efectos intergeneracionales. Esperemos que el Gran Juicio se ocupe de ellos.

Del dinero, no quiero decir que no podamos arreglarnos con menos. Lo que quiero decir es que nadie puede arreglárselas con nada.

Marx creía que las contradicciones del capitalismo acabarían con el sistema, pero, en cuanto a contradicciones, al ultraliberal Bush no le gana nadie, ni siquiera su padre. Es que “íbamos al desastre total”, ha dicho el tejano, instantes después de pedirle al Congreso que acepte la mayor intervención estatal en la historia de la humanidad, a cargo del mortal, Henry M. Paulson, el hombre que custodia los tesoros de los Estados Unidos.

El plan de rescate de Wall Street que planea Bush costará cerca de $700,000 millones a los contribuyentes más los otros $800,000 millones -precalentamiento previo- en parte, ya utilizados en el rescate de unas cuantas naves gruesas a la deriva en Wall Street: Bearn Stearn, Fannie Mae, Freddie Mac, AIG, etc.

Parece que estuviéramos hablando de cualquier serie de dibujos animados de Walt Disney, pero, en realidad, esas marcas son las que cortan el bacalao de las finanzas del coloso americano, cuyos ejecutivos son quienes nos han metido en todo este descalabro, que según los medios y el propio Bush, puede ser apocalíptico.

“Public Cash for Private Trash” titulaba un columnista del New York Times, indignado con la penosa administración de W. Bush, que no le llega ni a la altura de las uñas de los pies a la administración de aquel autor de películas de cowboys. El legado económico de la era Ronald Reagan (QEPD) se añora con mucha congoja estos últimos meses en el bando republicano; y es que Bush no levanta cabeza, nadie de los que se presenta a elecciones quiere que se le asocie con él, ni siquiera los de su propio partido.

Después de negar la realidad insistentemente estos últimos 8 años, casos Enron y WorldCom por ejemplo, la administración Bush ahora si está convencida de que el “desastre” puede ser “inminente” y advierte de que, si el Congreso no les da vía libre y “control total”, sin contrapesos, para la implementación del “Big Plan”, el cielo caerá encima de nuestras cabezas y aplastará hasta las cucarachas que nada tienen que ver con en este asunto creado particularmente por los grandes señores del libre mercado y sus deseos de aumentar las ganancias hasta el infinito.

Y ésta es la gente que nos “asesoraba para no intervenir desde el estado en nuestras economías” se pregunta un incrédulo Lula da Silva. Ahora “sus castillos se caen como naipes” razonan los Kirchners de Argentina, como con más alegría. Por su parte, Su Excelencia Hugo Chávez, dice que quien tenía toda la razón era él, pues hace rato que empezó a nacionalizar las cosas, bancos, aseguradoras y hasta mataderos en los barrios pobres de Venezuela.

Chávez debe pensar que ahora Bush le está haciendo la competencia en el terreno de las nacionalizaciones, solo que Bush lo eleva todo a la enésima potencia.

En la operación “Salvar a Wall Street o morir todos ahogados”, se prevé que harán falta $1.6 billones, con be de burro. Que se asusten los que sepan escribir esa cantidad, yo me doy por superado. Sin embargo, los entendidos de Naciones Unidas afirman que con menos de una décima parte de esa cantidad estratosférica bastaría para poner 3 tiempos de comida en la mesa de los cerca de 1,000 millones de almas que pasan hambre al rededor del mundo durante más de un año.

El presidente norteamericano está convencido de que para no autodestruirse en este tsunami, hay que inyectar un bombazo de liquidez al mercado y descontaminar con dinero público todo lo tóxico acumulado en las grandes instituciones financieras privadas del país, una situación anómala que se ha venido cocinando durante sus dos administraciones de gobierno, en las que la prioridad siempre fue la lucha contra el terror, la seguridad nacional, los ataques preventivos y cosas por el estilo.

"La economía doméstica se dejó a merced de la sabiduría del mercado que, esta vez, nos ha fallado", ha dicho un experto de Wall Street a CBS, con cierto desánimo.

A pesar del desánimo de algunos expertos y a unos pocos meses de ser relevado en su puesto, Bush no tira la toalla e intenta solucionar el problemón -que su propia administración ha dejado a sus anchas en los últimos 7 años- como de costumbre, con el bombazo, esta vez, financiero, pero igualmente con dinero de los contribuyentes.

La hazaña convertirá a EE.UU. en la empresa financiera más grande del universo, por si acaso aun más de lo que ya era, pero con un precio celestial: un déficit fiscal de efectos desconocidos.

Por si eso fuera poco, con el bombazo no se pretende volver a la abundancia de tiempos pasados, sino tocar pie en el fondo de la realidad, una realidad que cada vez se vuelve más desesperante para las familias de clase media americana y descabellada para nuestros compatriotas salvadoreños en aquel país.

Una de mis hermanas ya ha sido despojada de su casa de Woodbridge Va. La segunda puede ser mi sobrina, su hija.

McCain en un reflejo calculado, obligado por las circunstancias según él, ha decidido poner el freno de mano al circo mediático electoral para irse a Washington a negociar, con demócratas y republicanos, la letra pequeña del plan de Bush. La jugada es arriesgada y puede ser decisiva para quedarse fuera de la Oficina Oval.

Por su parte, Barack Obama ha dicho que él va al debate con o sin McCain. Le puede pasar como a Mauricio Funes, debatir solo con los medios.

De la estrella del pop republicano, Sarah Palin, no se ha dicho nada. Parece que se ha desinflado con la misma velocidad con la que había florecido. Resurgirá.

Lo que queda superado de cualquier duda es que este desmadre financiero en EE.UU. ha trastocado los planes de medio mundo, y ahí es donde me pregunto ¿cómo de fatal se estará sobrellevando la onda expansiva allá en nuestra querida y añorada tierra cuscatleca?

Chochis, una prima que tengo allá en Oriente, me dice que la cosa “está hasta pior”. La frase es literal y, conociendo lo inquieta y lo corta de palabras que es la Chochis, lo que creo que intenta decirme es que los gastos para llegar a fin de mes la están estrangulando. Ayer mismo le puse $150 dólares para mi sobrino Hersito, quien nació de 6 meses y medio, con 3.2 libras de peso, y aguantó, recién nacido, fuera del Hospital de San Miguel, bajo la hermosura del sol, aquel seísmo de 7.2 en la escala de Richter del 13 enero del año 2001 que mató a más de 1,000 prójimos.

“Se ve que vienen de una raza de supervivientes natos” me dice mi suegra, cuando ve a David, mi hijo, otro superviviente, ahora de 8 meses de edad, quien aguanta como puede el arrastre de su patología particular: haber nacido en la categoría de “gran neonato” o lo que es lo mismo de 24 semanas de gestación y 720 gramos de peso.

Mi sospecha es que la situación de la prima Chochis no debe ser muy distinta a la de otras familias salvadoreñas y dadas nuestras estrechas relaciones y dependencias con el convaleciente, hay que rezar y rogar a Nuestra Señora de los Remedios para que el enfermizo coloso del norte se reponga, antes de que el cielo se desprenda de sus anclajes y nos mate a todos.

*Miembro de Salvadoreños en el Mundo - Publicación en NDC el viernes 26/09/2008

Newer Post Older Post