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Homenaje a los muertos

Por José Manuel Ortiz Benítez

Más allá del periodismo investigativo, este personaje pasa totalmente desapercibido, como un gato negro en la espesa oscuridad.

De la historia que les quiero contar hoy ya se ha dicho bastante, pero ésta es la versión más creativa, más solidaria, más real, más dura.

“Supe de Miguel Ángel Cárcamo cuando él ya estaba muerto. Dejó cuatro hijos: Petrona, de 16; Ángel Rogelio, de 13; Jessica de 5 y Luis Miguel de 3”, Víctor Núñez Jaime, en nombre el migrante número 1 (Foto Armando Morales/La prensa: La hija y los padres de Miguel Ángel Cárcamo).

“La justicia suele ser ilegal”, Juan Villoro, en nombre de Víctor Manuel Escobar Pineda, el migrante número 2.

“No soy el único en atravesar, soy el 57 de 72, pero no caminamos juntos. Caminamos solos, cada quién con su pensamiento”, Elena Poniatowska, en nombre del migrante número 57.

“Doña Margarita, tu madre, no quiere que seas una vieja noticia de septiembre, perdida en la penúltima página”, Alejandro Almazán, en nombre de Telmo Leonidas Yupa Chimborazo, migrante número 10.

“Murió antes de que saliera el sol”, Sergio Aguayo Quezada, en nombre del migrante anónimo número 18.

“Desde que se fue mi hijo, he llorado mucho.’No duermo, no descanso’ eso me dice tu madre, Joan, cuando me trago la vergüenza para pedirle que me ayude a reconstruir tu historia. ‘Lo que le puedo decir, señorita, es que a mi hijito me lo mataron allá en su país, poco antes de llegar al otro lado. ¿Cómo pueden ensañarse con alguien que lo único que quiere es trabajar? No entiendo. Mi hijito dejó TODO: madre, esposa y un bebé que acaba de cumplir tres meses’.Tu madre se despedaza, Joan,”, Karla Lottini, en nombre de Joan Adolfo Chirinos Padilla, migrante número 53.

“Emigrantes, no tengo palabras para describir una hora de su tránsito”, Marta Acevedo, en nombre del migrante brasileño número 35.

“Caminar despacito muy despacito porque cada paso es la cuenta de tu vida, esa vida que no ha sido sino caminar”, Jorge Volpi, en nombre del migrante no identificado número 70.

“Nací donde el silencio es entrada a un pozo de oscuridad”, Braulio Peralta, en nombre del Migrante número 27, aún sin identificar.

“Te pido perdón por no reconocer tu edad, por no poderte decir María, Glenda, Yannet, Magdalena, Juana, Asunción, Gaby. Te levanto un altar de flores por si alguien llegara a identificarte en el cielo”, Myriam Moscona, en nombre del migrante número 56, aún sin identificar.

“Rodeado de muertos. Pero radicalmente solo”, Lolita Bosch, en nombre de Misael Castro Bardales, migrante número 16.

“La noche anterior Wilmer escuchó llorar a su abuela ...tenía 16 años de edad”, Enrique Díaz Álvarez, en nombre de Wilmer Antonio Velásquez, migrante número 13.

“De tez morena. Ojos oscuros. Cejas regulares. 28 años. De origen salvadoreño. Asesinada”, Juliana Faesler, en nombre de Maria Magdalena Alonso Rivera, migrante número 25

“No tenía quién lo ayudara y ahí mismo lo mataron frente a nosotros, a batazos en la cabeza, era un salvadoreño”, Alma Guillermoprieto, en nombre del migrante anónimo número 48.

“Ataúd 15. Número de identidad 1607-1980-00745. Edad: 30 años y 26 días. Tantos números juntos que de poco sirvieron”, tu cuerpo estaba mal identificado, Alberto Nájar, en nombre de Jorge Alberto Osorto Sevilla, migrante número 15.

“Brayan nació el 5 de enero de 1992, usaba un arete en la oreja izquierda”, Diego Osorno, en nombre de Brayan Ariel García, el migrante número 36.

“Su objetivo era ayudar a su madre porque es muy pobre y no tiene en qué vivir, por eso agarró ese camino para construirle su casita”, Magali Tercero, en nombre de Eredis Ayala, migrante número 20.

“El menor de edad observa el video desde el piso. Mira el video: rodean a un hombre, lo patean, le avientan una piedra. Observa cómo le deshacen la cabeza. Escuchas su respiración. Escuchas la respiración del menor de edad”, Brenda Lozano, en nombre del migrante número 62, aún sin identificar.

“La ficha elaborada por la cancillería de tu país dice sobre tí: ‘Los padres no pueden venir (por el cuerpo), son muy pobres y de avanzada edad’". Lo siento mucho, Daniela Pastrana, en nombre de Jorge Alberto Salgado Bustillo, migrante número 66.

“Que hay otra voz que quiere hablar; que hay un perfil de tez bronceada que de rodillas arrastrándose camina”, Santiago Vaquera Vásquez, en nombre del migrante número 5, aún sin identificar.

“Regresaste muerto a tu país y el presidente salió a recibirte. Ibas en el féretro número 30”, Roberta Garza, en nombre de William Geovanny Ortes Benítez, migrante número 30.

“...en una caja de color gris envuelta en azul y blanco. Sobran los cuarenta minutos de discurso dado por el presidente Funes”, Pablo Raphael, en nombre de José Ángel Flores Bolaños, migrante número 40.

“¿A dónde van? A Estados Unidos, a Atlanta. ¿Por qué? Porque somos pobres. ¿Y hasta dónde piensan llegar? Hasta donde nos lleve la noche”, Edu Ponces, en nombre del migrante número 14, aún sin identificar.

“Supongo que en algún momento de su vida, pizcó café, se mojó los pies en el río Cashal, acarició a un tacuacín”, Carla Faesler, en nombre de Glenda Yanira Medrano Solórzano, migrante número 46.

“Según dictaminó el burócrata de este lado de la frontera, faltaban papeles para tramitar tu repatriación”, Valeria Luiselli, en nombre del migrante número 43.

“Al principio habías sido descartado de esa lista de muertos. Pero las huellas dactilares te delataron. Soy mexicana. Te pido perdón y exijo justicia”, Angélica Abelleyra, en nombre de Armando Pérez Nieto, migrante número 38.

“En mayo cumplió 20 años. En junio tomó camino a Houston. Sólo llegó al Distrito Federal. Estoy preso, me van a deportar, le anunció por teléfono. Nunca volvió a llamar”, Ivonne Melgar, en nombre de Sabas Napoleón López Sánchez, migrante número 54.

“Cuando el relato humano de su propio andar era más sutil, todavía era válido el difundido proverbio que afirmaba que el mejor de los ardides del diablo había sido convencer al mundo de su inexistencia. El diablo ya no necesita convencer de nada a nadie porque pasa igual de inadvertido, sólo que ahora por exceso de presencia. ¿Qué tan brutal tiene que ser lo que se deja atrás a cambio de esto?”, Eduardo Rabasa, en nombre del migrante número 21, aún sin identificar.

“Primero el tren, luego una camioneta, después caminar. Siempre caminar. Hasta que te olvidas que tienes piernas. Hasta que dejan de existir”, Sandra Lorenzano, en nombre del migrante número 42, todavía sin identificar.

“Un miembro de la familia Oliva hubiera podido retar al destino al que está condenado quien nace pobre en su pueblo”, Emiliano Ruiz Parra, en nombre de Sabas Ramón Oliva, migrante número 59.

“Nosotros somos nadie. Los criminales tienen armas”, Daniela Tarazona, en nombre del migrante número 19, aún sin identificar.

“El día que cumplió quince años se veía linda en su vestido rosa con remates en azul. El 10 de agosto Yeimi salió para los Estados Unidos. Vestía una camisa celeste y blue jeans. El coyote recibió tres mil dólares por adelantado de siete mil en los que consistió el trato. Los abuelos le dieron su bendición. Les habló por teléfono dos veces para decirles que se encontraba en Guatemala y que todo estaba bien. No volvieron a saber nada de ella”, Wilbert Torre, en nombre de Yeimi Victoria Castro, migrante número 68 (Foto Javier García).

“El olor del pánico se transforma en hedor a muerte: un aroma frío, como a metal, que hiela el aire, paraliza la respiración”, Laura Emilia Pacheco, en nombre del migrante número 28, aún no identificado.

“Perdón Peyeto. Porque lo sabíamos y no hicimos nada. Porque antes de ti hubo al menos diez mil migrantes secuestrados”, Lucía Irabien, en nombre de Pedro Antonio Rubio García, migrante número 41.

“Estábamos ciegos con los ojos vendados. Luego nos llovió sobre mojado: Plomo”, Ana Xóchitl Ávila, en nombre del migrante número 12, sin identificar.

“Cantalicio entendió la migración como una estrategia de empleo y mejora de su calidad de vida”, Saúl Hernández, en nombre de Cantalicio Barahona Vargas, migrante número 11.

“Yo te quería llevar conmigo al Norte, para que tus ojos vieran lo que hay más allá de los volcanes”, Mariana Martínez Salgado, en nombre de Karen Yanneth Escobar Luna, migrante número 67.

“Sábado 7 de agosto del 2010. Julián Sánchez Benítez se despertó tempranito. Aún no amanecía. Se bañó. Tomó su mochila y guardó un par de camisetas. Fue entonces cuando Juana Benítez, su madre, se enteró que se iba a Estados Unidos. Sólo alcanzó a darle unas tortillas. Él se despidió con una frase: 'Ai nos vidrios, madre', Julián tenía 17 años”, Thelma Gómez Durán, en nombre de Julian Sánchez Benítez, migrante número 26.

“Una fotografía muestra a una mujer triste, que sostiene el retrato en sus manos de un apuesto y sonriente joven. Esperamos en Dios que mi hermano no esté entre las víctimas”, Verónica Calderón, en nombre de Henry Francisco Serrano Cuellar, migrante número 29.

“Las suelas de tus zapatos lucían desgastadas en las fotografías. A través de ellas se podía imaginar el camino andado”, Daniela Rea, en nombre del migrante número 52, aún no identificado.

“Muchas filosofías están basadas en trinidades. Milton Mateo Alvarado Villanueva le fue asignado el número tres. El tres es el número del hombre y Milton era un hombre. Como yo, como usted. Ni más ni menos. Yo ahora estoy escribiendo respecto a él y, sólo por azar”, Edson Lechuga, en nombre de Milton Mateo Alvarado Villanueva, migrante número 3.

“Carlos ordeñaba y arreaba el ganado de un vecino por los montes de su aldea, abrazaba a su madre, cuidaba de sus cinco hermanas e iba a corriendo a la playa para jugar con los demás cipotes garífunas, sangre nueva de una cultura nacida hacia 1635”, Luis Guillermo Hernández, en nombre de Carlos Alejandro Mejía Espinoza, migrante número 17.

“No era la primera vez que lo intentaba, llegar al norte y cruzar, era la segunda vez que la deportaban y seguía sonriendo con aires de aventura, sosteniendo con ironía en la mano el folleto obligado sobre sus derechos humanos”, Isabel Vericat, en nombre del migrante número 64, no identificada.

“La Declaración Universal de Derechos Humanos proclama que todos los seres nacen libres e iguales en dignidad y derechos, y que toda persona tiene los derechos y libertades proclamados en ella, sin distinción de ningún tipo, en particular de raza, color u origen nacional. Nada más alejado de lo que encontró un migrante centroamericano que, al pasar por México, perdió la vida en una de las masacres más terribles que haya registrado la historia reciente de México”, Elizabeth Palacios, en nombre del migrante número 50, aun sin identificar.

“Cuando el tren inicia su marcha hacia el norte en Arriaga, Chiapas, las ruedas metálicas comienzan a rechinar infernalmente. Primero se sacude la bestia de acero y los migrantes que van empotrados en su lomo se aferran como pueden, jugándose la vida. Después brama, se empieza a mover, luego llega el silencio total”, José Gil Olmos, en nombre de Santos Enrique Agustín Hernández, migrante número 45.

“Diles que me mataron sin justicia, con saña, con esa saña que la locura no impide. Ustedes desamparados en esa pocilga y yo llevado al matadero”, Francisco G. Benavides, en nombre del migrante número 33, aún sin identificar.

“Karla, tu esposo Jilmar está muerto. Su cuerpo fue hallado en el rancho San Fernando, al lado de tu hermano pequeño, Lizardo, y de Hermelindo, tu cuñado, asesinados los tres, tres entre los 72 muertos”, Francisco Goldman, en nombre de Jilmar Augusto Morales Castillo, migrante número 8.

“Ha subido enormemente la proporción de mujeres entre estos migrantes económicos y climáticos de la nueva ola, este tsunami de migraciones de nuestra era. La Migrante Aún Sin Identificar 9, probablemente era hondureña”, John Burstein W., en nombre del migrante número 9, aún no identificada.

“De vez en cuando una de las puertas se abre y un león sale para devorar a alguien, provocando el pánico de quienes están a su lado. Suponemos que está involucrada la magia, porque aquí sucede algo más: cada vez que se completa una vuelta dejamos de usar una palabra. Quizás eso explica porqué algunos han comenzado a berrear”, Martín Solares, en nombre del migrante número 6, aún no identificado.

“Primero los retuvieron, los torturaron y les exigieron dinero para dejarlos seguir su camino. Luego, como no tenían con qué pagar, les ofrecieron unirse a la delincuencia organizada y, al negarse, los masacraron. Así terminó el viaje”, José Woldenberg, en nombre del migrante número 31, aún sin identificar.

“Tanta urgencia sentías por vivir que con 17 años eras todo un hombre casado. Estabas próximo a estrenarte como padre del bebé tejido con amor en el vientre de Yésica, quien hoy se sabe una niña-viuda”, Marcela Turati, en nombre Gelder Lizardo Boche Cante, migrante número 37.

--“¿Verdad que no lo maltraron? ¿Verdad que no lo golpearon primero..? --Ana Virginia, tu mujer, pregunta con urgencia”, Elia Baltasar, en nombre de Pedro Antonio Franco, migrante número 23.

“Y sobre todo, mi cuerpo, lo mismo que mi alma, cuídense de cruzar los brazos en la actitud estéril del espectador, porque la vida no es un espectáculo, porque un mar de dolores no es un proscenio, porque un hombre que grita no es un oso que baila...”, Miguel Tapia Alcaraz, en nombre de Junior Basilio Espinoza, migrante número 34.

72 palabras: Dinero.Llantos. Escondites. Frontera. Quietos. Peligro. Uniformados. Pásenle. ¿Cómo? Suerte. Gracias. Risas. Atención. Inmovilidad. Tren. Córrele. Bríncale. Tropezón. ¡Pendejo! Caída. Mutilación. Sangre. ¡Ayúdenme! Nadie. Vías. Soledad. Viento. Lento. Pájaros. Sol. Luna. Desmayo. Muerte. Bájense. Síganme. Bodega. Esperen. Extraños. Armas. Acostar. Acomodar. Maniatar. Preparar. ..Apuntar. Gritar. Disparar. Matar. Abandonar. Encontrados. Ordenados. Inertes. Espanto. Destino: México”, Alfonso López Collada, en nombre del migrante número 7, aún sin identificar.

“La última vez que llamó desde México dijo que estaba bien, pero que necesitaba 500 dólares más. De ahí siguió una semana de silencio. Un silencio que se rompió con el llanto de la madre de Carlos Alberto cuando escuchó los nombres de su hijo y sus amigos entre la lista de los 72 migrantes asesinados en San Fernando, Tamaulipas “, Hanako Taniguchi Ponciano, en nombre de Carlos Alberto Valle Lazo, migrante número 47.

“El último contacto que tuvo con la familia fue diez días después. En una llamada confusa, Robin le dijo a su madre que lo habían detenido en un retén. Después, nada. Fue hasta el día 24 que todos escucharon el nombre de Tamaulipas por primera vez”, Eileen Truax, en nombre de Robin Estuardo Zúñiga Mijangos, migrante número 4.

“Al migrante número 22 que perdió la vida en Tamaulipas el 23 de agosto de 2010 el acto audaz le costó muy caro. No alcanzó su destino y se hundió en el anonimato para siempre”, Roger Bartra, en nombre del migrante número 22, aún no identificado.

“Me duele y me avergüenza su muerte hasta lo indecible, y como se le doblan las rodillas a mis palabras para hablar de esto, quisiera simplemente dedicarle una canción”, Patricia Guerrero, en nombre del migrante número 71, aun no identificada.

“Tenía un nombre, una vida, una familia. Alguien en el sur de donde salió o en el norte hacia donde se dirigía, lo sigue esperando”, Cecilia González, en nombre del migrante número 72, aún no identificado.

“Lo dijeron y lo repitieron aquí en México, en Ginebra, en Washington, en Nueva York, la ONU, la OEA, La Comisión Nacional de Derechos Humanos. Quiero creer que ya encontraste la paz. Yo me quedo aquí con el dolor y la vergüenza”, Mariclaire Acosta, en nombre del migrante número 24, aún sin identificar.

“En la lengua española hay palabras para nombrar la muerte que da un individuo a otro individuo. También las hay para cuando muchos matan a muchos otros. Pero no hay una palabra que nombre la muerte dada a uno por todos los demás”, Alberto Chimal, en nombre del migrante número 32, aún sin identificar.

Otros artículos de este autor aquí – José Manuel Ortiz Benítez es editor de Salvadoreños en el Mundo

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2 comments :

  1. Los pobres no tienen quien los defiendan. Solo hay llanto para las familias.

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  2. Que dolor para estas pobres familias.

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