Destitución de la Secretaria de Cultura Breni Cuenca

Por José Manuel Ortiz Benítez

Los galos tienen un dicho cotidiano que pregonan como los bueno días: “La culture c'est comme la confiture, moins on en a, plus on l'étale”, más o menos traducido significa “La cultura es como la mermelada, cuanto menos tenemos, más la extendemos”.

Los galos, que siempre fueron muy hábiles y sofisticados en esto, se toman la Cultura muy en serio. La Cultura en ese país siempre fue una prioridad nacional desde tiempos del Rey Sol. De ahí que tengan lo que se conoce en el mundo como “La Excepcionalidad de la Cultura Francesa”.

La preponderancia de su Lengua, su Cocina y su Marsellesa, por mencionar sólo tres, son ejemplos de esa excepcionalidad a nivel mundial.

Los salvadoreños, en cambio, sólo somos pequeños rebusqueros y cuando se trata de promocionar nuestra Cultura, ni eso nos funciona. Ese noble y humilde espíritu rebusquero nos traiciona a última hora y asoma la patria genuina de lo eruditamente inculto. Seguimos pensando que la Cultura no sirve para nada. Supongo que es una cuestión económica... (y de educación, cómo no).

“De qué estamos hablando exactamente entonces”, irrumpe mi estimable amigo Chicho, “de la cultura de Galia, de la guanaca o de la destitución de Breni Cuenca”.

“Por supuesto, Breni Cuenca iba cabalgando por el carril correcto, pero en la otra dirección venía, con un caballo más fuerte, la Primera Dama de la República” dice Don Chicho.

La historia de malos entendidos entre la Primera Dama, Vanda Pignato y la ex Secretaria de Cultura, la Sra. Breni Cuenca, puede tener algún dato suelto que desconozcamos nosotros los aficionados a la cultura, pero la historia huele finamente a un poquito de realidad. La segunda dice que “la Primera Dama había decidido que” la Secretaria de Inclusión Social “se iba a hacer cargo de las Orquestas Sinfónicas Juveniles”. Lo que la primera calificó, en un comunicado expres, como declaraciones “erróneas” y “mal intencionadas”. No sabemos cuando empezó, entre las señoras, este malentendido, lo que sí sabemos es que el asunto ha terminado en bronca, en la que la segunda ha salido mal parada, con la cabeza bajo los pies.

Hay que decir que el Sr. Funes tiene, como diría en términos económicos su secretario técnico, el Sr. Alex Segovia, un temperamento keynesiano “anticíclico”. Es decir, el Presidente demanda y requiere de todos los que forman parte de su gobierno de una conducta disciplinada, anti-cíclica, para afrontar todos los aspectos negativos que deja tras su paso la crisis económica, la que, naturalmente, afecta de lleno a la Cultura.

La orden presidencial, presuntamente desacatada por la Sra. Cuenca, habría sido despedir al Sr. Óscar Soles, Director de Artes, un cargo menor en el escalón del gobierno que debería ser terreno y competencia total del titular de la Secretaría de Cultura, no del Jefe de Estado.

En cualquier caso, el presidente Funes dijo en un comunicado que la destitución de doña Breni Cuenca "se debió, principalmente, a la pérdida de confianza de la presidencia hacia la titular de la Secretaría de Cultura", algo que quizás el Jefe de Estado no podría decir de su Ministro de Educación, Salvador Sánchez Cerén.

Con la destitución, acertada o no, de la Sra. Breni Cuenca, se tiran por la borda 30 días intensos de riñas y debates, entre intelectuales y no intelectuales, para lograr el consenso del titular de Cultura y 242 días de iniciativas y proyectos culturales iniciados por la propia Sra. Cuenca y su equipo, que se ha solidarizado con su jefa, poniendo sus cargos diligentemente “a disposición”.

“La gente parece que ya está harta de las riguas, los frijoles, los tamales y las pupusas. ¿Usted qué piensa de eso?” le pregunté a la Sra. Cuenca en el Museo David J. Guzmán el 8 de diciembre de 2009.

“Es nuestra cultura y debemos defenderla” me respondió con una soberana sonrisa en la cara y, a continuación, me entregó en mano el DVD original de los primeros 6 meses de su gestión al frente de la Secretaría de Cultura, que lo comparto aquí con todos ustedes. A mí, la señora Cuenca me pareció una buena mujer.

“Las apuestas quedan abiertas” irrumpe otra vez ni estimable amigo Chicho, ese ciudadano de clase media en el western downtown San Salvador.

Otros artículos de este autor aquí. José Manuel Ortiz Benítez es editor de Salvadoreños en el Mundo

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