Honduras: Plebiscitos, Golpes y Notas periodísticas

Plebiscitos, Golpes y Notas periodísticas
José Manuel Ortiz Benítez

Hacía 9 años que en la familiona latinoamericana no se daban golpes de estado. Parecía que habíamos superado esas nefastas escenas del pasado: las enormes y pesadas tanquetas en las esquinas apuntando con el cañón a la cara de gente indefensa.

La democracia, aunque parezca fortalecida, sigue siendo una empresa frágil en América Latina. En Honduras, un país, en teoría, civilizado, con una trayectoria democrática más o menos aceptable, se consumía un régimen democrático instantáneamente como un castillo de arena arrastrado por una enorme ola de agua salada.

Desacuerdos constitucionales entre el ejecutivo y el resto de poderes del estado –en principio, diferencias manejables dentro de los distintos canales que ofrece la democracia– han terminado desvalijando toda una generación de demócratas en el cercano y vecino país de 5 estrellas.

Eso nos debe hacer reflexionar: la democracia no es un juego de salir a votar cada 4 o 5 años y/o hacer plebiscitos convenientes, sino una costumbre, un conjunto de reglas, un modo de vida que debe ser discutido, fiscalizado, cuidado y alimentado, para su perfeccionamiento continuo, todas las mañanas y todas las noches antes de acostarnos, los 365 días del año.

El presidente de Honduras, Manuel Zelaya, quería realizar este domingo 28 de junio un referéndum chiquito, bonito, sin valor legal para después ejecutar otro grande y vinculante en noviembre de 2009, con el objetivo de cambiar algunos términos en la Constitución que le permitiera presentarse a la reelección en enero de 2010.

Hay que decir que esto de presentarse a la reelección es la última moda que se lleva en Latinoamérica. La prenda la llevan los políticos ajustadita, ensañando una parte del calzón y parte de la grasa excesiva que brota por la cintura, como las minifaldas más atrevidas en cuerpos rollizos.

Según la Carta Magna de Honduras, el presidente está facultado solo a promover iniciativas de referéndum ante la Asamblea Legislativa y otros colectivos sociales. Son los legisladores, con “dos tercios” de la cámara, los que tienen la última palabra a la hora de celebrar referendos. El Tribunal Electoral es el órgano que se encarga de la carpintería y la logística, dice la Constitución hondureña.

Vinculantes o no, el ejecutivo no ésta facultado para celebrar referendos por su cuenta. Pero el tocayo don Manuel Zelaya estaba empecinado en hacerlo rápido apremiado por el tiempo, el tiempo, como dice el poeta, que no tropieza, ni recula.

Ante la negativa rotunda de la Asamblea Legislativa, Zelaya fulminó al Jefe de Estado Mayor Conjunto y dijo que su consulta popular sobre un posible referéndum a finales de este año iba a celebrarse el domingo 28 de junio tal como lo había previsto.

La Asamblea Legislativa lo tildó de estar en estado de “demencia” y sus enemigos rápidamente interpusieron en la Corte Suprema de Justicia una moción para quitarlo del medio, tal que una pieza de hojalata en un tablero de damero. La Corte actuó en cuestión de minutos –cosa que no hace con el resto de casos atrasados– y en menos de 24 horas ya tenía cocinada por el carril express una “orden de detención y expulsión” para el Sr. presidente Manuel Zelaya.

Es lo que se llama en términos jurídicos actuar “deliberadamente”.

En la madrugada, el mismo domingo, día del referéndum sobre El Referéndum, Zelaya fue aprensado como una rata de cloaca, arrojado a una celda unipersonal dentro de un aparato volador y tirado a modo de bulto sospechoso en la zona de descarga del Aeropuerto Juan Santamaría en San José, Costa Rica.

La escena es doblemente grotesca: por un lado, un presidente electo por el pueblo, busca, por su cuenta, cambiar la Constitución a su medida para presentarse a la reelección, y, por el otro, una banda de gorilas desalmados, de alto nivel económico, ordenan un secuestro presidencial contra Zelaya para pararle los pies.

¿Qué sentido tenemos algunos centroamericanos de la Democracia?

Ambas acciones son ilegales, pero infinitamente dispares. La primera, es una arbitrariedad unilateral que se auto-atribuye el presidente hondureño sin estar capacitado legalmente para ello. La segunda, es una puñalada mortal al corazón de la democracia del pueblo de Honduras y por ende una amenaza a todas las democracias de la región por parte de la cúpula militar hondureña y los poderosos gorilas que dan las órdenes.

Finalmente, todo el mundo civilizado, de izquierda y de derecha, ha condenado el secuestro de la hermana Democracia de Honduras, condenas fuertes y contundentes de países libres, medios de comunicación, sociedad civil, organismos unilaterales, bilaterales y multilaterales. Y, sin embargo, un periodiquillo, salvadoreño, que pregona de ser un referente periodístico, titulaba en su nota: Derrocan a Zelaya por violar la Constitución, poniendo los énfasis en el error de Zelaya y obviando lo esencial: el golpe de estado.

La nota es parte de la sección editorial, en la que el medio echa pestes a diario contra las izquierdas del mundo de cualquier tonalidad, algo a lo que todos los medios tienen derecho.

Sin embargo, en la nota periodística –la que se supone debe ceñirse al hecho– sobre la condena internacional de lo ocurrido en Honduras, el diario titulaba 24 horas después del golpe: La OEA y la Unión Europea, pendientes de conflicto hondureño, para después, con el mismo texto de la nota, dar marcha atrás y remendar la chapuza comunicativa: La OEA y la Unión Europea condenan golpe de Estado en Honduras.

Mis honores a este rotativo por ser el referente periodístico de lo que no hay que hacer dentro del mundo del periodismo, en momentos decisivos como los que están viviendo nuestros hermanos hondureños.

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