Potencial salvadoreño

Por José Manuel Ortiz Benítez

“La magia de los salvadoreños es que son capaces de hacer cualquier cosa que se propongan, incluso matarse unos a otros en tasas que superan los 10 homicidios por día, cosa que es extremadamente difícil” es lo que me dijo, con cierta ironía, una académica, cuyo nombre no puedo revelar por el respecto que le tengo, cuando le pedí su opinión acerca del pueblo salvadoreño. (Una indigena de Guatajiagua se gana la vida vendiendo utensilios de cocina hechos de barro cocido. Foto: Elizabeth Araniva. )

Sin embargo, para el Gobierno actual los altos índices de matanza no parece que representen un gran problema para el capital humano, o mejor dicho un problema de carácter humanitario, por que el destrozo de vidas humanas está localizado puntualmente en “lugares [pobres] donde operan las maras” –Ministro de Seguridad Pública Rene Figueroa– como si las maras fueran un agente ajeno a la comunidad y como si este tipo de asesinatos no tuvieran que ver con salvadoreños reales de carne y hueso.

Así actúan algunos dirigentes políticos frente a problemas de gran envergadura. Si los problemas no se aceptan como lo que realmente son –grandes problemas nacionales– nunca se resuelven.

En el mismo sentido el Presidente Elías Antonio Saca insiste en que el problema de la emigración salvadoreña –597 salvadoreños de media abandonan el país cada día según la última y única mediación al respecto en un estudio realizado por el PNUD El Salvador– tiene que ver más “con motivos de reunificación familiar” que con otras causas. Me cuesta creer que 597 salvadoreños salgan cada día hacia el norte sólo por razones de reunificarse con sus familiares.

De todas formas el Presidente Saca parece que cree en el modelo de país basado en la emigración, da igual que ésta sea forzada o voluntaria –cada dos por tres va a EE.UU. sólo a promover programas de TPS y nunca ha promovido programas nacionales serios de intercambio de conocimiento o la inclusión política de los salvadoreños en el exterior en nuestro país, con lo que demuestra la poca sensibilidad que hay en el Gobierno de conectar políticamente con el capital humano salvadoreño en el exterior. De hecho, el presidente Saca sigue haciendo una interpretación restrictiva de la Constitución, en la que dice que solo después de abordar los “cambios de tipo constitucional” los salvadoreños podrán disfrutar de los derechos políticos como es el voto exterior, cuando todos los expertos y juristas sostienen “que no hay impedimentos constitucionales” para tales efectos.

Me pregunto si estas visitas que hace nuestro Presidente Saca con tanta frecuencia y que tanto aparecen en las noticias, realmente tienen un efecto positivo en el número de personas que se reinscriben al TPS. Yo sospecho que el efecto es cero, no creo que las personas se motiven más a reinscribirse al TPS con una visita del Presidente Saca. Sinceramente, creo que los motivos del viaje son otros, quizás tengan que ver con políticas y estrategias de la campaña electoral en la que actualmente estamos totalmente sumergidos.

Por otro lado, no se acepta desde el Gobierno públicamente que la principal causa de la emigración salvadoreña sea la falta de oportunidades, concretamente la falta de empleo. Seguimos padeciendo una hemorragia de capital humano que se marcha fuera del país, por que no se encuentran en nuestra tierra las oportunidades o los estímulos mínimos para permanecer viviendo en ella y eso, mientras nuestros políticos no lo consideren como un problema real, seguiremos perdiendo competitividad humana frente a otros países de la región, como Panamá y Costa Rica, que siguen invirtiendo más y mejor que nosotros en programas de educación y que también nos ganan la partida en la captación de inversión extranjera a pesar de la buena labor de nuestra valiente vicepresidenta, Ana Vilma de Escobar, a quien su partido cada vez la aísla más, por haberse tirado a la candidatura de la Presidencia de la República sin los permisos respectivos de sus jefes.

Cuando le preguntaron a Felipe González, ex presidente del estado español, su opinión acerca de los salvadoreños, también se expresó en términos parecidos a los de mi amiga académica: “es un pueblo excepcional, talentoso, emprendedor, que fue capaz de irse a una guerra prácticamente sin recursos en la que murieron cerca de 80,000 personas” dijo en el marco de la celebración del XV Aniversario de los Acuerdos de Paz celebrados en Madrid en enero de 2007.

Cuando le preguntaron a George Bush qué pensaba de los inmigrantes salvadoreños en Estados Unidos, mientras cenaba con su familia en un restaurante salvadoreño de Arlington, Virginia, en agosto de 2001, dijo “admiro mucho a la gente de El Salvador porque son muy buenos trabajadores”.

No tengo la más mínima duda de la capacidad de los salvadoreños para salir adelante. En realidad nuestro pueblo es como una raza irregular que se ha venido fortaleciendo gracias a las adversidades, las tragedias, las guerras, los desastres naturales y las miserias que nos han acompañado a lo largo de nuestra triste historia.

El problema es que nuestra energía, nuestro talento y nuestro potencial se han enrumbado, demasiadas veces, hacia causas perversas. Las maras nacidas en EE.UU. son un ejemplo claro de cómo el gran potencial y lo talentoso de nuestro pueblo se pueden volver una auténtica pesadilla.

Naturalmente las cosas han cambiado y, hoy en día, hay una parte de la población que vive con unos estándares de calidad de vida muy parecidos a los que se viven en los países ricos, pero la gran mayoría de salvadoreños, en nuestro país, sigue estando en una situación de marginalidad y precariedad social, económica y laboral, que nos impide como pueblo desarrollar todo nuestro potencial hacia causas más productivas.

A pesar de ello, los salvadoreños, sobre todo aquellos que no reciben un cheque mensual de los hermanos remeseros, siguen esforzándose día a día para cumplir con sus obligaciones y salir de sus miserias con dignidad y sacrificio.

He visto de cerca esta realidad, y aunque mi evaluación puede estar condicionada a la fugacidad de mi visita, no tengo la más mínima duda de que los salvadoreños, a pesar de todo, constituyen el mejor activo que tenemos como país.

El Sr. Carlos Canjura, Director de Jóvenes Talentos de la Universidad de El Salvador, dijo que El Salvador se encontraba en la “séptima posición en el ranking de países iberoamericanos” con conocimientos avanzados en matemáticas, químicas y biología en un ranking donde también compiten dos países europeos, España y Portugal.

Dijo que los jóvenes talentos de nuestro país estaban por “encima de Portugal, Chile, Perú, Venezuela” y otros países con más recursos públicos y privados a su disposición.

También dijo que la posición de nuestro país era realmente un milagro por que El Salvador es el que menos ha invertido y el que menos invierte a fecha de hoy, frente a los países con los que compite, en la educación de sus ciudadanos de acuerdo a su PIB, porcentaje de inversión del estado en educación según el producto interior bruto.

“¿Cómo se explica nuestra buena posición en el ranking de las ciencias?” le pregunté al Sr. Canjura. “El mérito es de nuestra gente, de nuestros niños”, dijo él, orgulloso del avance logrado, prácticamente sin dinero público.

El Sr. Canjura ha venido batallando virtualmente solo, contra viento y marea, por demostrar lo talantazo, lo creativo, lo inteligente que son nuestros pequeños “jóvenes talentos”.

Yo estuve con ellos en la cafetería de la Universidad José Simeón Cañas y vi su enorme potencial. A su temprana edad, esos muchachos son unos auténticos “monstruos” de las ciencias, lo llevan en la sangre. De la nada, han puesto a El Salvador en el séptimo lugar en Latinoamérica donde compiten con otros 26 países.

Aunque la ministra de Educación, Darlyn Mesa, no apareció por ningún lado, después de habérsele girado todas las cordialidades que los personajes de este Gobierno demandan para hacer cualquier acto de presencia pública ante sus representados, tengo la esperanza de que algún día nuestros gobernantes se den cuenta del alto potencial humano de los salvadoreños y que se decidan, al igual que han levantado carreteras, puentes, puertos, edificios, centros comerciales, torres de comunicación, etc. a invertir de verdad, en las infraestructuras humanas de nuestro país, con un aumento del 2.5% al 5% del PIB, en el “empoderamiento” de las personas, a través de la educación y la ciencia, en vistas de asegurar un futuro más prometedor para las mayorías y para que nuestros jóvenes talentos salvadoreños sigan escalando posiciones en el ranking científico de los países de la región en Latinoamérica.

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Miembro de Salvadoreños en el Mundo

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